Si en las calles en lugar de perros, pasearan ponis multicolores comiendo flores, yo iría a la oficina vestida de Agatha Ruiz de la Prada. La primavera sería eterna y en tailleur de corazones pasaría el día hablando de moda. Que escenarios tan magníficos nos regala el arte. Una prenda de Agatha es un pedazo de cualquier sueño de muñecas.
La admiro desde muy chica. Aun sin saber el significado de una colección o una tendencia, me llegaba la fuerza y la pasión a través de lo poco que sabía de ella. Sin dudas hoy es mi puerta creativa y la responsable de mi encanto por los detalles de fantasía. Nubes, cielos, besos, corazones y colores, tan puros que parecen de mentira, solo los encuentro en ella y en los dibujos animados. Una revolucionaria que desafió lo establecido, lo tradicional e hizo de la moda un universo paralelo.
Agatha Ruiz de la Prada nació en Madrid, en la década del 60 y es dueña del estilo más romántico y desenfadado al que mi mente puede recurrir. Tiene una larga trayectoria y un camino recorrido en las pasarelas del mundo entero, que la destacan como una tendencia en sí misma, una artista singular que se inventa y se reinventa sin perder personalidad. Diseñadora no solo de ropa sino también de innumerables colecciones de perfumes, complementos para chicos, accesorios para mascotas, decoración y hogar, Agatha Ruiz de la Prada pone su magia en todo lo que toca.
“El secreto de la felicidad es vestir en colores” y con esto no les digo más. Suficiente es ver lo que hace para entender que la moda es un universo de ensueño.
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